Crecí en un entorno donde el espíritu emprendedor y empresarial era el pan de cada día. Mi abuelo y mi padre eran dos visionarios en sus empresas. Sus historias de éxito y sus desafíos empresariales eran conversaciones habituales en nuestra familia. Así que, desde temprana edad, este ambiente me cautivó, y mi interés por todo lo relacionado con el mundo empresarial y corporativo se convirtió en una pasión que me acompañaría a lo largo de mi vida.
Sin embargo, a la corta edad de 14 años, perdí a estas dos figuras tan importantes en mi vida, mi abuelo y mi padre. Fue un momento devastador y doloroso que cambió mi vida para siempre. La pérdida de mi padre, en particular, tuvo un impacto profundo en mí. Ya que fue por causa de la violencia que vivimos en nuestro país. Esta tragedia me hizo cuestionar profundamente nuestra sociedad y mi propio papel en ella. Me preguntaba: “¿Qué podemos hacer por los demás para evitar tanta causa de dolor? ¿Qué estamos haciendo como sociedad? ¿Hay algo que podamos hacer para cambiar esto?” Estas preguntas me persiguieron durante muchos años en mi vida.